Mucho se ha escrito acerca de Steve Jobs, tanto en vida de él como a su muerte. Que fue un genio de la computación, que fue el creador de una “cárcel cool”, que fue un visionario, que revolucionó la informática, que tuvo una personalidad “difícil y hasta tiránica”… en fin, tanto se ha escrito que voy a tratar de no repetir lo que hasta el momento se ha dicho, sino más bien dar una opinión personal acerca del fenómeno Steve Jobs, más que de la persona.

Durante el fin de semana, en un programa de televisión, el conocido escritor e historiador Mario “Pacho” O´Donnell respondió una pregunta acerca de si Julio A. Roca, el expresidente y “conquistador” del desierto había sido un genocida. Contestó que, efectivamente, había sido un genocida y uno de los que entregaron las tierras que conquistaron a los terratenientes y latifundistas. Pero también había sido quien nos defendió de una casi invasión chilena en el sur y O’Donnell recordó que durante su primera presidencia, en julio de 1884, fue sancionada la Ley 1420 de Educación Común, aquella que determina a la educación primaria como laica, gratuita y obligatoria.
Y esto es así porque todos somos, invariablemente, complejos. No existen buenos y malos, malhechores y bienhechores, genios absolutos o absolutos idiotas. Se puede ser un genio y tener mal carácter (de hecho, la mayoría de los genios suele tener mal carácter), se puede ser un excelente padre de familia y violar los derechos humanos de los demás sin ningún resquemor (entre los nazis y nuestros dictadores tenemos sobrados ejemplos) y eso es lo que nos impide hacer juicios de valor absolutos sobre las personas.
Steve Jobs fue capaz de crear una gran empresa, ser echado y retornado, construir una comunidad de adoradores —los ídolos son tan responsables de sus adoradores como ellos—, recrear el marketing y sobre todo crear esa imagen “todopoderosa”, de genio revolucionario que muchos le endilgaron y él jamás negó.
Mucho se estudió y se escribió sobre Jobs. En una nota para CNN Expansión, por ejemplo, Geoff Colvin contó acerca de la consulta que le hizo a un experto sobre Steve Jobs y la dificultad de extraer lecciones del éxito de Apple.
Este consultor concluyó que “El desafío para los empresarios será encontrar inspiración en Jobs sin engañarse a sí mismos pensando que pueden descifrar cómo hacer lo que él hizo. Éste es un buen comienzo: recordar que imitar a otra persona sería la última cosa que Steve Jobs hubiera querido hacer jamás”.
Esta es, por otra parte, la razón por la que descreo tanto de los encuentros de emprendedores en los que tres o cuatro exitosos (siempre los mismos en todos los eventos) le cuentan al resto de los presentes cómo hicieron para pegarla en su negocio, sabiendo (conciente o inconcientemente) que lo que ellos cuentan nunca podrá ser recreado.
Por el otro lado, un inverecundo Richard Stallman describió a Jobs como un “pionero de la computadora como una cárcel cool, diseñada para quitarles a los tontos su libertad”, citó a un ex alcalde de Chicago cuando dijo “no estoy feliz de que hay muerto, pero estoy feliz de que ya no está” y concluyó con “Nadie merece morir, pero todos merecemos el final de la maligna influencia de Jobs en la computación”. Dicho sea de paso, las acusaciones de soberbio, tiránico e intolerante que más de una vez le dispensaron al creador de Apple, también las merece Stallman. Quizá por eso es verdad que lo que dice Juan de Pedro, dice más de Juan que de Pedro.
Es muy interesante lo que cuenta Noah Wyle, quien hizo de Jobs en “Pirates of Silicon Valley” una película de 1999, hoy de culto, que muestra, entre otras cosas, además de la relación entre Jobs y Bill Gates, cómo “tomó” de Xerox la interfase gráfica que después fue marca registrada de MacIntosh. Jobs terminó invitando a Wyle a que lo imitara delante de él, en la apertura de Macworld 1999, como se ve en este video de Youtube, y después terminó invitándolo a un almuerzo con él y su equipo ejecutivo de diseño. “No quisiera decir que todos ellos vivían con miedo de él, pero ciertamente eran serviles a sus deseos y caprichos” relató el actor.
No hace falta dejar asentarse el polvo para sacar primeras conclusiones. Porque nadie es tan santo o tan diabólico como para merecer el halo o la excomunión directamente.
Para nuestro Enrique Carrier, Jobs “No fue un inventor ni un creador. Sí un innovador, un genio para utilizar los desarrollos existentes”.
Eso no sólo es verdad sino que no le resta méritos al personaje. Steve Jobs fue todo eso: un innovador, un creador de tendencias y un visionario; pero por otra parte creó el sistema de comercialización más cerrado del mundo empresarial tecnológico (paradojas del mercado, permitió el único sistema de crackeo «legal» de un dispositivo: el jailbraking. Otra muestra de que la polaridad funciona).
Al fin y al cabo, Steve Jobs, como vos, como yo, era humano.

Imagen: REUTERS

Por Ricardog

Periodista científico especializado en tecnología. Médico en retiro efectivo.

3 comentarios en «Lecciones que deja la muerte de Steve Jobs»
  1. Dicho sea de paso, las acusaciones de soberbio, tiránico e intolerante que más de una vez le dispensaron al creador de Apple, también las merece Stallman. Quizá por eso es verdad que lo que dice Juan de Pedro, dice más de Juan que de Pedro.

    Me extraña, Ricardo: estas frases estarían justificadas si tu tocayo hubiera criticado a Jobs por ser soberbio, tiránico o intolerante, pero no hizo nada de eso. Si aplicáramos el pattern de Juan y Pedro a esta situación, estarías diciendo que RMS también creó una «cárcel cool», cosa que no me parece que aplique al proyecto GNU (ni por cárcel, ni por cool, salvo para valores cuidadosamente elegidos del concepto).

    paradojas del mercado, permitió el único sistema de crackeo “legal” de un dispositivo: el jailbraking

    A esto no lo permitieron ni Apple ni Jobs, sino la Oficina de Copyright de los EEUU, ante un requerimiento de la EFF. Lo podés chequear en Wikipedia (no te olvides de chequear la referencias también, como siempre).

  2. Estimado Fede: Estoy un tanto cansado de responder literalidades. Un tipo que califica a otro de “influencia maligna” y acuerda que “no estoy feliz de que haya muerto, pero estoy feliz de que ya no está” se merece ampliamente los calificativos de autoritario e intolerante, cosa que, sabés perfectamente porque nunca lo oculté, es lo que opino de RMS. En cuanto a lo de Juan y Pedro, alguien que califica de influencia maligna a otro, debe ser influencia maligna de alguien.
    Es cierto lo que decís sobre que lo que habilitó el jailbreak fue la Oficina de Copyright porque ahí sí, en el apuro, construí mal la frase; debiera haber dicho “mercado que permitió el único sistema de crackeo “legal” de un dispositivo: el jailbraking”. Sería bueno que te dedicaras más a los conceptos y no a las literalidades. A menos que no entiendas lo que quise decir, en cuyo caso sería preferible preguntarme antes de criticar.
    Un abrazo

  3. Primero que nada, no veo cuál es el problema con la crítica. Vos escribís algo, ¿cómo contesto que no estoy de acuerdo con algo de eso sin criticarlo? Es lo mismo que vos hacés con lo mío, y yo no me enojo. Es lo que pasa cuando uno charla.

    Respecto de la “literalidad”… lo siento, pero como no estoy dentro de tu cabeza, sólo puedo responder a lo que escribiste, no a lo que quisiste escribir, que no lo conozco. Fijate cuán lejos del recipiente termina miccionando tu respuesta cuando imaginás que estoy defendiendo a RMS de tu acusación de “autoritario e intolerante,” cosa que no hago en ningún momento (no porque esté o no de acuerdo, sino porque me parece completamente irrelevante).

    Sí desafío tu calificación de RMS de “influencia maligna.” En su brevísimo mensaje, RMS dice claramente en qué consiste esa influencia maligna: pintó de “cool” a la computadora-como-cárcel. Podés estar de acuerdo con eso o no. Pero contestarle “el que lo dice lo es, cara de burro tenés” es medio pobre, ¿no? Tu sospecha de que “debe ser influencia maligna de alguien” no alcanza. ¿Podés identificar concretamente qué influencia maligna ejerció sobre qué?

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