Estuve casi tres semanas jugando —esa es la mejor palabra que puedo usar— con una MacBook Air. Definitivamente no es una máquina para trabajar. Es para entretenerse, para divertirse, disfrutar… pero trabajo es otra cosa. Eso sí, lo que hace, lo hace moooooy bien…
La verdá es que es una linda maquinita. En cuando la desembalé (de una caja negra muy monona), se veía que tenía lo suyo. Una terminación anodizada y, al comienzo, muy liviana. No, no es que después se pone pesada a medida que le vas agregando software… ese es un chiste muy viejo. Pesa apenas un poco menos de un kilo y medio, pero después de que la estuviste cargando un día entero, por más mochila que tengas, pesa mucho igual.
Lo primero que te das cuenta es de que no podés separar la máquina del sistema operativo. O sea, seguramente podés instalarle un Windows, doble booteás la máquina y esas cosas. Pero como mejor se siente, es con OS X.
Después buscás cómo conectarla a la corriente para cargar la batería. Ahí decís ¿cómo corno se puede sostener este enchufecito de mier[d]a? Y sí… se sostiene… es magnético.
Para terminar el examen externo, das vuelta la máquina para todos lados y lo primero que descubrís es que no tenés ningún drive de ningún tipo: ni diskette, ni CD ni DVD… nada. Apenas un pequeño panelcito que se esconde con tres conectores: un USB, uno especial de video y una salida de audio. Y eso es todo.
Claro, abrís y te encontrás con que tenés un montón de programas para crear material multimedia: DVDs, canciones, remixes, ripeos, etc… y ni un drive donde quemar el DVD que supuestamente podés armar.
Bueno, me dije, será una máquina de trabajo. ¿Qué necesito para trabajar? Un buen procesador de textos, un cliente de email, una agenda, un calendario… y tenés todo eso, excepto que son versiones apenas básicas. Y encima propietarias. De importar las bases de Outlook o Thunderbird, ni hablar. Claro, lo que sí podés hacer —y eso lo aproveché a full— es sincronizar el calendario local con el de Google. Por suerte hay un OpenOffice y un Firefox para Mac, así que herramientas buenas, conseguí.
Una característica de la Mac Air y, como supongo, de todas las Macs con OS X, es que lo fácil es muy fácil, pero lo difícil es un parto. Un ejemplo. Cuando vi que no había manera de conectar la Air a la red cableada (hay un par de adaptadores, pero ninguno a J45), intenté la inalámbrica. Okey, la Mac parece hecha para que te conectes sólo de esa manera. Y rápida. Como mi red está protegida, me pidió la contraseña. Pero cuando me he tenido que conectar con redes abiertas… casi ni me preguntó. Eso sí, después de cada “despertar” del protector de pantalla (o del ahorro de energía) había que volver a conectarse porque sola no quería…
O sea, estamos hablando de la conexión a Internet. Porque querer entrar en la red interna, eso sí que fue un parto. Alguien de Tallard, en su momento, me mostró cómo se “enciende” Samba para conectarse a una red Windows. Pero ni eso sirvió. Por suerte tengo un testigo de que logré ver las máquinas de la red, pero nunca entrar en alguna de ellas. Me imagino que conectarse a una red con Linux será tan o más difícil. Pero eso sí, si tenés una red con Macs, no vas a tener problemas.
Y finalmente, la interfase. Acá es donde te das cuenta de la simbiosis entre sistema operativo y máquina… y alcanzás a notar también que debajo de esa interfase tan bonita, hay un Unix. Como por ejemplo, cuando te pide autorización para ciertas actividades de configuración o de instalación. O la similitud que hay entre las ventanas del Finder y de algún Linux (Konqueror, específicamente).
Para uno que viene de Windows, hay particularidades de OS X que son, por lo menos, confusas, como eso de que cerrás la ventana pero no cerrás la aplicación. O que las combinaciones de tecla son otras o, directamente, no funcionan. O que no tenés un ctrl-alt-del para cuando un programa se cuelga… porque que se cuelga, se cuelga, no hay duda de eso.
Como usuario consuetudinario de Windows, tengo que hacer una confesión. A cada problema u objeción que yo ponía frente a los usuarios (y fanáticos, digamos) de Mac, la respuesta era más o menos la misma: se puede hacer lo que yo quería, pero tenía que aprender nuevas manera de hacerlas, o ejecutar algunas acciones totalmente diferentes de las que estoy acostumbrado. O comprar un adicional (como un quemador de DVDs) que, como corresponde, no es barato.
En otras palabras, lo que esta gente no entendía, era que yo no les estaba diciendo que tal cosa no podía hacerse, sino que yo no andaba con tiempo ni guita para aprender algunas maneras nuevas de hacer las cosas.
Si ya tengo que aprender algo, prefiero ocupar mi tiempo con Linux, que me parece más promisorio… y bastante tiempo me ha llevado hasta ahora.
Por lo demás, aparte de lo bonita —ya lo dije— que es la máquina, vistoso su sistema operativo y nítida y brillante su pantalla, su performance no tiene nada que envidiarle a cualquier otra notebook medianamente bien afinada y optimizada. Así que MacBook Air va a tener un excelente puntaje porque es una excelente máquina, eso no puedo negarlo. Pero no va a ser mi primera elección en notebooks.
Pero claro, estoy seguro de que todo esto que acabo de escribir, a los fanáticos de Mac les va a importar un pito…