Para quien visita Expocomm por primera vez, todavía resulta impresionante. Pero para quien la viene siguiendo todos estos últimos años, el declive es cada vez más evidente. Quizá la organización no tenga la culpa, sino que es posible que no sea más que el reflejo del estado actual de la industria de las telecomunicaciones en la Argentina.
La primera impresión que tuve cuando pisé el único pabellón de La Rural que albergaba este año a Expocomm (curiosamente, al lado de ExpoComex… otra exposición que no tenía nada que ver), fue la de asistir a un loteo de espacios.
Loteo que, evidentemente, tampoco había resultado tan exitoso como otros años en los que los stands se amuchaban en dos y hasta tres pabellones. Acá hay espacio… espacio en los pasillos, espacio entre stands… y espacios vacíos donde deberían haber stands.
La impresión intuitiva de loteo se completaba con la sensación, además, de que no había un sentido específico, un significado, un hilo conductor que uniera la diversidad tan grande de ofertas. En otras palabras, no entendí qué quisieron hacer y hacía tiempo que la sensación de falta de objetivos no era tan fuerte. Como si se tuviera para nada claro para qué se hace Expocomm.
¿Cómo era posible comprender que estuvieran en un mismo espacio vendedores de fundas para celulares, junto a proveedores de antenas y de Racks, junto a representantes de fábricas chinas medianas (todo lo mediana que puede ser una fábrica china) en busca de distribuidores, junto a publicaciones en búsqueda de anunciantes?
La palabra que se me ocurre es incoherencia. O a lo mejor, lo que sucede es que el estado actual del mercado de las telecomunicaciones es la incoherencia. No lo sé, no estoy seguro.
Junto a grandes y amplios stands de las operadoras (Telefónica, Personal) y de algunas fábricas (Panasonic, Blackberry entre las muy pocas) y las tradicionales de estos eventos (Tecnovoz, Solution Box) sobresalían más la ausencias que las presencias. Marcas como Motorola, 3Com, Nortel, Nokia, para citar unas pocas, brillaban por su ausencia y, si estaban, lo hacían a través de algún distribuidor o representante.
De la convocatoria no puedo hablar porque las horas en las que yo estuve, no son precisamente las pico, pero los comentarios de gente de los stands y de algunos transeúntes cuya opinión vale un respeto, coincidían en la baja cantidad de asistentes, comparados con años anteriores.
De la misma manera, tampoco son muy favorables aquellas voces que predicen algún tipo de desaparición de Expocomm tal como la conocemos en la actualidad. En otras palabras, no son pocos los que proponen que Expocomm debe, indefectiblemente, rever tanto su estructura como sus objetivos y, en algunas propuestas, fusionarse con otras exposiciones como AES. O quizás, como dijo alguno, hacerla bien chica, bien enfocada, que sea mucho menos convocante pero que preserve el negocio.
En fin, a mí me exceden estas conclusiones, pero lo que sí estoy en condiciones de opinar, es que así como está, Expocomm no puede durar mucho más. Por el propio bien de ella.