Dice una canción de Litto Nebbia: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia”. En tecnología pasa más o menos lo mismo. Si la historia la cuentan las empresas, seguramente que debe haber otra, que la cuenten otros protagonistas. En este caso, gente que aborrece Facebook (y tiene argumentos), que insiste en modelos alternativos del negocio del software y, sobre todo, defiende a ultranza el derecho a la información libre.
El viernes pasado estuve de a ratos en la Jornada sobre Derechos de Autor en el Mundo Digital que organizaron El Colectivo La Tribu, la Fundación Vía Libre y la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA. Fue en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y asistieron cerca de 60 personas. Entre los expositores estaban Patricio Lorente (Wikimedia Argentina), Federico Heinz (F. Vía Libre), Matias Lennie (Red Panal), Enrique Chaparro (F. Vía Libre), Horacio Potel (Universidad de Lanús), Alejandro Kaufman (Director de la Carrera de Ciencias de la Comunicación. UBA), Daniel Link y otros.
Dentro del marco del tópico, casi no se dejó tema sin tocar: Historia del Régimen de Copyright, Convergencia de medios, Arte en el Mundo Digital, P2P, Internet y Criminalización y, para cuando me iba, estaba por empezar un panel que tenía que ver con la Educación y estaba anunciado otro sobre propuestas de negocios.
No voy a reproducir todo porque fue muy largo y muy rico. Sólo algunas frases sueltas, como “Internet, copiadora ecuménica” o “Que no legislen, si legislan a favor de las empresas, en contra de los usuarios.” Se habló de la Dicotomía autores-sociedad y de proyectos artísticos comunitarios (la Red Panal fue un ejemplo).
Lo cierto es que todo este caudal de información, cuando uno lo va absorbiendo, se da cuenta de que lo que viene de las empresas, de las agencias de prensa, de la publicidad, no es todo lo que hay. Sobre todo, cuando hay conceptos que tomamos por axiomas indiscutibles, que damos por sentados y, a poco que te pongas a pensar, te das cuenta de que merecen, por lo menos, una revisión.
Que sólo la protección de la Propiedad Intelectual puede generar creación o innovación es, por lo menos, una premisa discutible.
Parodiando (más que parafraseando) a Popper, la sola presencia de *un* artista capaz de crear sin pensar en los derechos de autor, invalida cualquier argumento que se esgrima a favor de que sólo la protección del derecho de autor garantizará el desarrollo del arte. La historia ha demostrados que la protección de la mal llamada propiedad intelectual tuvo y tiene más que ver con el negocio, con el aspecto lucrativo, que con el aspecto artístico.
Si es cierto que bajar obras disminuye la venta, ¿cómo se explica que la propia CAPIF (Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas), haya dicho en algún momento del 2008, que “las ventas de CD legales en el país crecieron 10,7 por ciento con respecto al mismo período de 2007”. Y ni hablar de la frase engañosa “perdimos de ganar”… siempre me pregunté cómo se puede perder algo que nunca se tuvo.
Por supuesto, hay fundamentalistas de ambos lados. Por un lado tenés la exageración de Milos Forman para quien la piratería es promover el comunismo y robar a los pobres. Y por el otro, también hay paranoicos que están convencidos de que les sacaron programas de la PC (casi textual de un panelista de la Jornada).
Lo cierto es que lo más sano que he encontrado hasta el momento, es escuchar todas las campanas. Lo que no he conseguido todavía es encontrar a todos los campaneros sentados a una misma mesa…