A pesar de que no quiero seguir friendo las torrejas con un mismo tema muy seguido, la realidad se me impone y un artículo aparecido en el día del aniversario del Alunizaje golpea por dos lados. En uno, el que tiene que ver con la famosa falsedad del alunizaje, de su construcción ficcional… en otras palabras, el alunizaje no existió y es todo una invención de la NASA. En el otro, el que nos compete más directamente, pega en los mecanismos de comunicación. Y me acordé de una película que habla de una guerra fabricada…

 

Ayer salió publicado en Página/12 un artículo firmado por el conocido escritor y filósofo José Pablo Feinmann, en el cual describe, casi con lujo de detalles, el origen de la gran patraña que después el resto del mundo nos comimos como “la llegada del hombre a la Luna”, incluyendo diálogos entre Werner von Braun (mal escrito Wernher) y Henry Kissinger.
El artículo cuenta la historia de cómo la NASA, con el auxilio del famoso director de 2001, Odisea del Espacio, Stanley Kubrik y su equipo de efectos especiales, creó en un set de California, todo el alunizaje completo, que después se difundió como que sucedió en la Luna.
La conclusión de toda la historia, con mención al vertiginoso crecimiento de Francisco de Narváez incluida, es que lo importante, más allá de la veracidad o no del alunizaje, es que con ese hecho se creó el “Imperio Comunicacional” que nos inflige hoy en día cantidad de historias inventadas que nos creemos como reales.
El artículo generó mucha controversia en el grupo de Periodistas Científicos al que pertenezco (dicho sea de paso, se trata de la Red Argentina de Periodismo Científico, de pronto lanzamiento oficial), acerca de si la nota de Feinmann era una gran ironía o la más perfecta de las apologías de la falsedad del alunizaje.
Si Feinmann hubiese querido hacer una gran ironía, debería haberlo explicitado un poco más. Así como está, no lo parece. Si, en cambio, quería contar lo que “verdaderamente sucedió”, debió haber citado las fuentes de donde extrajo la información, especialmente los diálogos entre Kissinger, von Braun, Kubrik, McNamara y Nixon. De lo contrario, lo que relata el filósofo no sólo es nulo de nulidad absoluta sino que contribuye a reflotar una teoría conspirativa —la de que el alunizaje nunca ocurrió en verdad— que ha sido ampliamente refutada en los últimos tiempos y, especialmente, por la propia NASA, que dio a conocer fotografías del satélite LRO (Lunar Reconnaissance Orbiter) en las que se ven los restos que dejaron los astronautas de cada alunizaje desde el Apolo 11 hasta el 17.
Fue en ese momento de la reflexión cuando recordé una película de 1997, que en inglés se llamó Wag the Dog y acá la estrenaron como Mentiras que Matan, con Robert de Niro y Dustin Hoffman como protagonistas, en la cual fabrican una guerra en Albania para que los medios se distraigan y se olviden de las aventuras sexuales del presidente de los Estados Unidos.
Todo esto no hace más que confirmar —y la propia nota de Feinmann opera como contraprueba— que cuando una estrategia de comunicación es consistente con el sistema de creencias imperante, los especialistas de comunicación, de publicidad y de marketing, son capaces de hacerte creer cualquier cosa. Cualquier cosa que estés dispuesto a creer.
O sea, cualquier cosa que te digan y que vos no sometas, por lo menos, a la prueba del sentido común. ¿Cuál sentido común? El tuyo, por supuesto.

Por Ricardog

Periodista científico especializado en tecnología. Médico en retiro efectivo.

2 comentarios en «No importa si llegamos a la Luna, lo que importa es que lo contemos.»

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