El conflicto entre el “campo” (así, entre comillas) y el gobierno, además de habernos provocado la reflexión acerca del perder que compartimos la semana pasada, nos mostró otra faceta de la que tenemos que aprender… y mucho: la desmesura. Somos los mejores, no nos equivocamos nunca, nuestro producto es el mejor del mundo… y así siguiendo.
Cuando desde el Gobierno y el “campo” (así, entre comillas) se disparan epítetos tales como “grupo de tareas”, “golpistas”, “traidor a la patria” o, alternativamente, “héroe de la patria”, no puedo evitar recordar que desde todas las filosofías orientales —y hasta algunas occidentales, por cierto— el concepto de polaridad está siempre presente.
Dejando de lado las ironías acerca de la bipolaridad, lo cierto es que la polaridad, el yin y el yan, está presente en todo y es imprescindible. En otras palabras, no hay bueno y malo, negro o blanco sino que lo bueno no puede definirse sin lo malo, así como lo blanco no puede determinarse sin el negro. Los polos se complementan, uno no puede existir sin el otro. Lo que no hay que hacer es estar siempre en un extremo, en el blanco o en el negro. De hecho, cuando uno se pone en un extremo, automáticamente obliga a poner a nuestro antagonista en el otro.
Puede que me guste un poco más lo dulce que lo salado, sin fanatismos, pero si alguien me enfrenta haciendo una apología de lo salado, es muy probable que me ponga en defensor a ultranza de lo dulce. O basta que en una discusión uno de los dos se ponga agresivo, para que el otro responda agresivamente.
La polaridad del otro me obliga a ponerme en la polaridad opuesta… si quiero. Si soy lo suficientemente conciente de que sucede eso, tengo la posibilidad de no caer en el extremo, incluso de apartarme si es necesario.
Pero la consecuencia final, es peor para quien se pone en el extremo que para quien trata de acercarse al balance.
En marketing es muy común utilizar los superlativos para darle a una marca la sensación de ser la mejor, la máxima, la última. Empezamos con el jabón (o la heladera, o el perfume) Super, seguimos con el Ultra, después viene el Ultra Max y finalmente el Ultra Max Premium… hasta que nos quedamos sin más adjetivos. Entonces ¿qué hacemos? Cambiamos la marca.
Con las noticias empresarias pasa lo mismo. Quienes posan de “líderes”, de “primeros en su segmento”, aún cuando consigan que se los diga otra organización (como Gartner y su famoso “cuadrado mágico”), lo que en realidad consiguen es incredulidad. Hay un viejo proverbio español que dice “Dime de qué blasonas y te diré de qué careces”. En otras palabras, el tipo que dice “soy honesto” lo más probable es que no lo sea —del todo, por lo menos— porque de lo contrario no necesitaría decirlo, sus acciones hablarían por él mismo.
La desmesura es un límite. No se puede ir más allá de la más exagerada de las expresiones. Si vos te la pasás anatemizando o glorificando, a la larga o a la corta, te van a dejar de creer.

Por Ricardog

Periodista científico especializado en tecnología. Médico en retiro efectivo.

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